En distintos momentos de la historia de nuestro país se tejieron versiones sobre el interés de los chilenos por quedarse con la Patagonia, con tal río o con tal montaña y han tratado, con cierto éxito, dividir familias y vecinos. La discriminación marcó profundas huellas en nuestro modo de comunicación y lamentablemente cuando se quiere desvalorizar una conducta o un objeto, muchos comodorenses dicen 'qué chilote'. Lamentable. Los chilotes son los originarios de una bella isla que es punto clave para el turismo internacional. Gente de una extraordinaria y antigua cultura donde la realidad convive con mitos y leyendas que son, en definitiva, lecciones para ser buenas personas. Y lo son.
Pero no es el tema central en este artículo. Esta es la historia de vida de un soldado argentino que estuvo en el combate de la Isla Georgia, y de cómo es apartado de una compañía, como a otros cinco soldados comodorenses, sólo por ser hijos de chilenos. Sin embargo, luego son elegidos para poner el cuerpo a las primeras balas inglesas.
Aquí la historia de Manuel Borquez, soldado combatiente en la Isla Georgia.
Manuel tenía 18 años cuando regresa al Batallón 2 de la Armada, en Bahía Blanca, luego de visitar a sus padres en Comodoro Rivadavia. Es enero de 1982 y cumple con el servicio militar obligatorio. Nadie hablaba de guerra, pero a él lo cambiaron de sección sólo por ser hijo de chilenos.
Los 'colimbas' de Comodoro Rivadavia con la misma situación son Carlos Urra, Carlos Schuasemberger, Mario Almonacid, Juan Zúñiga y Manuel Bórquez. A los dos primeros los mandan a un comando de servicio, los otros tres van a la compañía Alfa, curioso destino porque es la primera sección en prestar servicio en caso de guerra. Pero de eso no se habla por el momento.
A fines de febrero se redobla la instrucción y a Manuel le llama la atención. "Todo el día, hasta con gomera, nos daban charlas de supervivencia en combate a cargo de suboficiales retirados, algunos habían estado con la guerrilla en Tucumán", recordó muchos años después.
El desembarco
Un día, de la noche a la mañana desaparece una sección completa de la compañía, 30 soldados con suboficiales y oficiales... nadie vio nada[1]. El 27 de marzo Manuel se entera que su compañía sale a Río Grande. La noche del 2 de abril, Manuel y sus compañeros esperan entrar en ese puerto. Es lo que creían.
El 3 de abril amanece. El cocinero los anima a tomar un gran desayuno, como si fuera el último de sus vidas. Manuel se acerca a su amigo Mario Almonacid porque lo ve preocupado, este muchacho, hijo de chilenos vivía en el barrio Ceferino y estaba siempre de bueno humor, pero ese día, en ese momento, el muchacho tenía una extraña tristeza que no podía poner en palabras.
Mientras esperan entrar al puerto les dan la orden de trasbordo al buque Bahía Paraíso. Fusil y 200 proyectiles para cada uno. Había una extraña sensación en el aire, pero nadie dice nada, sólo que iban a hacer un 'viajecito'.
El 3 de abril, un día espectacular
Manuel tiene 18 años y es curioso. El 3 de abril a las 9 de la mañana salió a cubierta para disfrutar el día soleado, ahí se tropieza con un hombre que no olvidará jamás, "era el capitán Astiz, jefe del famoso grupo Lagarto Verde".
Cerca del mediodía marcharon a la factoría, un caserío a 300 metros de la costa. Un helicóptero Puma los espera, les dicen que se van a separar en tres grupos y "antes que toque tierra, el piloto les va a avisar y tienen que saltar para atrás como si fuera del colectivo", pavada de entrenamiento.
Antes de eso, el enfermero se acerca y les pone una inyección en el brazo, le dicen que es para el mareo, después se entera que los habían drogado.
Los muchachos están convencidos que al frente está Río Grande, hasta que "cinco minutos antes de subir al helicóptero el teniente de navío Giusti nos comunica que estábamos en la Isla Georgia, que al frente estaban los ingleses y que teníamos que recuperar la isla".
A la guerra no declarada
El primer grupo ya está en tierra, es el turno del grupo donde están Manuel y Mario. Cuando están a punto de aterrizar empiezan los disparos, "no se entendía nada, nos disparaban desde abajo, cinco minutos antes nos habían dicho que estábamos en una guerra... me hieren, un tiro pega en la cabeza de Almonacid, otro disparo pega en el cargador de otro muchacho, explota, cuatro... cinco heridos más, el helicóptero pega una vuelta se posa en la montaña y bajamos todos, caigo en la nieve, yo sentía un ardor al costado y al lado de la nariz", dice Manuel. Saltan, ya están en tierra, Manuel busca a su amigo Mario, "me dicen que está muerto, y a los tirones me sacan de ahí porque los ingleses nos seguían disparando".
Armas que no sirven
Manuel y sus compañeros mantienen la calma pero no ven desde donde les disparan, no lo dejan buscar el arma de su amigo Mario que está muerto dentro del helicóptero. Al final, encuentra una ametralladora y cuando está a punto de disparar, "el teniente Giusti viene y me apunta con una 45 en la cabeza". El teniente le dice que dispare "pero no donde están los ingleses, que si vos matás uno yo te tengo que matar a vos... la guerra no está declarada". El muchacho le responde "pero para ellos sí está declarada".
"Para esto están los colimbas"
Es un juego de guerra, su fusil está roto, las granadas de los cabos no explotan pero el combate sigue. Cuatro horas dura este 'juego' hasta que la corbeta Gerrico descongela la grasa de los cañones, alcanzan a hacer tres disparos pero fuera del blanco a propósito.. La tropa de los 22 ingleses sale de la factoría con una bandera blanca, se rinden, es el momento de los 'lagartos' comandados por Astiz, "bajaron, plantaron la bandera Argentina y fueron los héroes oficiales, nosotros sólo fuimos carne de cañón, Astiz lo dijo después... para eso habían venido los colimbas, que bajen ellos, después bajamos nosotros".
Después...
Manuel está herido en la enfermería del Bahía Paraíso, "estaba con Juan José Cocón, que tenía una bala en la nalga, Luis Cobos un cabo mozo de la corbeta que salió a mirar porque había sonado la alarma de combate y Peter, un inglés de 21 años, que tenía una bala en el brazo".
Desde la Isla Georgia salen rumbo a Puerto Deseado, ahí lo buscan para reconocer el cuerpo de Mario, después los llevan a Puerto Belgrano, "nos hicieron bajar de noche porque había mucha gente esperándonos, no querían que tengamos contacto con la gente", en el hospital naval queda internado durante quince días.
Licencia y amenazas
En medio de la guerra, a Manuel le dan una licencia después de salir del hospital con una advertencia que le da el segundo comandante del batallón: si habla y cuenta algo de la guerra, le juraron, lo iban a matar.
Manuel llega a su casa en la esquina de las calles Aristóbulo del Valle y 13 de Diciembre. Los vecinos se enteran que está en casa, el va al cementario con un ramos de flores para su amigo Mario. En eso estaba cuando lo encuentra un periodista y le quiere hacer un reportaje.
Manuel no tiene permiso para hablar. El periodista lo lleva al Comando para que le den autorización, le dicen que hable de cualquier cosa menos de lo que pasó en la isla". Manuel aparece en la televisión y la Revista Para Ti, pero sin decir una palabra de la Isla.
La guerra termina el 14 de junio, dos meses después lo llevaron a la Escuela de Mecánica de la Armada para recibir una condecoración, estuvo el Almirante Anaya, Isaac Rojas... y me dan licencia el 18 de setiembre de 1982", qué coincidencia... el día de la Independencia de Chile, el país donde sus padres nacieron.
Manuel Borquez es el único sobreviviente de los tres comodorenses que estuvieron en la Isla Georgia, Juan Zúñiga, dice "se quedó en la isla para cuidar, después los ingleses lo llevaron prisionero a la Isla Ascensión... un día aparece en el batallón a la madruga 'qué hacés Cachilo' le digo, volvió y a los dos años murió en el hospital Regional por una mala praxis, lo internaron con una peritonitis y se pasaron con la anestesia, pero nadie se hizo cargo"[2].
"Me llamo Manuel Borquez, y esta es mi historia".
Elvira Córdoba
Periodista y Docente
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