La guerra de Malvinas se ha transformado en un acontecimiento histórico fuerte que produjo una condensación de sentidos, imágenes, escenas, que pasaron a formar un patrimonio imaginario, más o menos compartido. Han surgido soportes institucionales, intervenciones, posiciones públicas, leyes, procesos, pronunciamientos, aniversarios, que tienden a plasmar y "fijar" ciertos temas y ciertas memorias, y toda una narrativa que hace posible una experiencia de reapropiación que alimenta diversos relatos. Procuramos aportar a una revisión de nuestro pasado traumático, y aportar para ver cómo lo integramos a nuestras múltiples identidades.
Sabemos que a partir de un fondo común de recuerdos, y las interacciones sociales necesarias para fijarlos, ordenarlos y volver a evocarlos, es posible que la memoria colectiva contribuya a la cohesión, y a la identidad social.
Trabajamos con memorias, y esto no sólo exige revisar qué hicieron los demás, sino ver qué hicimos nosotros, procurando avanzar en aquello que ha permanecido invisibilizado en torno a las zonas grises de nuestra sociedad.
Bien, si nos referimos a las violaciones de Derechos Humanos en relación a Malvinas, todos pensamos casi inmediatamente en un joven soldado estaqueado en el suelo helado, pero entendemos que en mucho han excedido esa perversa imagen. Es necesario que ampliemos nuestra mirada: debemos rastrear la rutinización y aceptación tácita de una violencia generalizada. Es importante reconocer, y estar atentos, a que en realidad no se trata de recuperar algo que se perdió, sino en comprometernos para crear algo que no ha existido. Ante un acto de violencia, se inicia un proceso interpretativo que puede ser codificado en términos de violaciones de Derechos Humanos, pero puede que también ese carácter le sea negado.
Lo que pretendemos en éste artículo es dar cuenta, y tratar de problematizar, una memoria que ha sido invisibilizada: la de algunos jóvenes chilenos, o hijos de chilenos. En mérito a la extensión de éste ensayo, es que abordaremos lo acontecido con Mario y Tania.
Mientras que en la página web del Gobierno de la Provincia de Chubut, se registra una semblanza de Mario Almonacid (Vargas), quien murió en combate a poco de iniciarse la guerra, incorporándose incluso cartas y tarjetas de su puño y letra; ahora, no se explicita la nacionalidad de sus padres, ni la del propio héroe de Malvinas. Es más, ha sido incorporado al panteón oficial de valientes, tomando su nombre la Escuela Nro.737 de la Provincia de Chubut en Comodoro Rivadavia y una calle también allí; o la arteria con su nombre en Marcos Juárez, Córdoba, o en la localidad de Cosquín de la misma provincia, por ejemplo. Fue distinguido por el Gobernador de la provincia de Chubut, Mario Das Neves, en ocasión de inaugurar el 1er. Museo del Soldado de Malvinas, el 2 de Abril del corriente año. Debemos advertir frente a lo reseñado entonces, que hay que estar alerta frente a los peligros de las mitificaciones, y la trascendencia de la transformación de historias ejemplares en historias oficiales.
Ahora, en la página digital del Diario El Llanquihue de Puerto Montt, es reivindicado como chileno. Un dato particular, y que merece destacarse, es que en distintos foros visitados por jóvenes chilenos, es propuesto como ejemplo de integración y compromiso. [1]
Bien, todos estos sentimientos le fueron negados a Tania: ella llegó desde Puerto Montt, muy pequeña -tres años-, la trajeron en sus brazos unos padres que para salvaguardar la vida tuvieron que abandonar Chile después de vivir la persecución del régimen pinochetista. Creció, estudió en Trelew, incluso obtuvo su diploma de Profesora de Historia en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, pero lamentablemente no pudo ejercer en la escuela pública. Aunque tenía una residencia permanente en esa localidad, debía contar con la nacionalidad argentina. Es más, interpuso una acción de amparo, que en principio le fue favorable. Pero nos parece importante detenernos en el escrito, mediante el que le contestan, en el expediente 346 del año 2004, el abogado César Ayala, junto al Fiscal de Estado, Dr. Jorge Miquelarena, donde aparecen prejuicios y afirmaciones discriminatorias e ilegítimas. Allí se pone en cuestión la posibilidad de enseñar historia y formación ética,"(...) porque se le pediría que enseñe un amor que no tiene, seguramente lo tiene hacia su país, Chile (...)" (Ayala y Miquelarena, 2004:5); pero lo que es más grave aún, sospechan por ejemplo, preguntándose los abogados del Estado, "¿Tendrá el valor de transmitir a sus alumnos que en la Guerra por las Islas Malvinas, su país brindó colaboración a los Británicos?" (Ayala y Miquelarena, 2004:16). No sólo podríamos referirnos al error conceptual de confundir a una dictadura con el país, sino entendemos que merece una profunda reflexión el cercenamiento de la idoneidad y honestidad intelectual de quien ha obtenido el grado académico en la universidad pública, a partir de lo que podemos pensar como una nueva victimización de nuestra colega.
La memoria es selectiva, pero además, en un contexto democrático, debe ser libre, sin lugar a recuerdos u olvidos impuestos. Negar la revisión, implica configurar bloqueos inaceptables para quienes honestamente buscamos aportar a la construcción de un conocimiento cierto.
El militarismo ha tenido algunos momentos especialmente exacerbados y ha impactando profundamente sobre la memoria de los habitantes de nuestras comunidades: la posibilidad de un conflicto armado con Chile en 1978, y la guerra de Malvinas en 1982 fueron vividos muy intensamente en nuestro territorio; el desplazamiento de tropas y pertrechos militares, las operaciones y el involucramiento de la sociedad civil, fijó en la retina de los patagónicos una visión o una idea particular de guerra: la proximidad de los escenarios de conflicto involucró directa o indirectamente a una porción muy amplia. Ahora, debemos revisar críticamente los alcances y efectos de decisiones tomadas por la dictadura argentina, ya que bien sabemos que las memorias de la violencia están íntimamente conectadas a la lógica cultural local. El pasado acompaña nuestro presente, marcando cierta reificación. Podemos constatar que la obsesión por la memoria, puede tal vez vincularse a la declinación de la transmisión de memoria en un mundo sin referencias. Así, se torna una cuestión política, y toma la forma de un mandato ético.
En estos últimos años la tensión entre la versión de las fiuerzas armadas y la de la sociedad civil se tensionaron, la evocación, al producir una proyección sobre el presente incomoda, y ojalá que implique una reflexión crítica que nos permita sortear las obturaciones de un olvido que la historia debe sortear, la discusión no debe ni puede ser soslayada.
[1] Ver www.chubut.gov.ar/excombatientes/archives ; www.diariollanquihue.cl/prontus4_nots ; foros.terra.com.ar/showflat.pl y answersyahoo.com.au/question/index?qid
Mónica Gatica - FHCS-Sede Trelew
sfj
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