Y eso, es parte de una concepción vinculada a la vuelta de Malvinas. "Mucha gente optó como identidad única de vida ser un ex-combatiente, el término veterano se instaura en los 90 con el cambio de ley que incluye a los militares", dice Miguel Montoya, Soldado Clase 62 en el RIM 8, que prefiere reconocerse como ex – combatiente porque "somos la carne de cañón que, con 18 años, fue enviada por un gobierno de facto a tapar un conflicto interno, somos los soldados que sin ningún tipo de opción participamos en una guerra... por eso hablo de soldados ex combatientes de Malvinas y no veteranos de guerra".
Y aclara que "la guerra no fue una decisión del pueblo argentino... pero sí es una decisión del pueblo argentino el sentir que las Malvinas son argentinas".
Pero no fue lo único, "después vino la democracia y con el juicio a los militares también nos metieron en la misma bolsa, no tuvimos red de contención... nadie te preguntaba qué habías sentido, te preguntaban por qué habías perdido".
Con el transcurso del tiempo, "cuando uno se despega de lo militar y que uno no tuvo que ver con el Proceso te das cuenta que nosotros no perdimos la guerra, la ganó el Imperio, el mismo que después que nos gana sigue explotando el petróleo bajo las mismas compañías".
La recuperación de Malvinas, piensa, "será cuando el petróleo no valga nada y cuando no les interese el paso, se va a lograr cuando a ellos se les cante la real gana, no porque reconozcan el derecho de soberanía".
Los ex - combatientes "estuvimos 10 años escondidos en la memoria y al año 11 nos dieron una pensión de mierda, al año 25 nos dan una pensión decente... tu cabeza no puede esperar tantos años para sentirte bien".
Miguel, el soldado
Miguel Montoya, abogado, es soldado clase 62, estaba con licencia hasta la baja porque había pedido prórroga porque había empezado a estudiar Geología en la Universidad Nacional de la Patagonia aunque le quedaba poco tiempo para finalizar ese período de instrucción en el RIM 8.
Era, por lo tanto, un soldado con instrucción militar "y buena, porque tuvimos instrucción militar acá y en un gran operativo que se hizo en Río Gallegos donde participamos 10.000 soldados". El dice que de aquellos 10 mil sólo 500 fueron a Malvinas. ¿Por qué? Por qué mandaron a la clase que recién entraba, a los chicos de la '63? Eso es imperdonable, desde el punto de vista militar es ilógico, después se puede perder pero no así...", sostiene.
El 2 de Abril, como la mayoría de los argentinos, se enteró por la radio. Conciente de su situación -no tenía documento y suponía que lo iban a convocar- se fue a Sarmiento a despedirse de su familia". Era semana Santa y no les menciona su posible incorporación.
Responde con su presencia al telegrama donde le dicen que debe presentarse o será considerado desertor.
En Bahía Zorro
El 12 de abril llega con su grupo a Puerto Argentino desde donde se trasladan a Bahía Zorroen Gran Malvina, "nos llevan con todas las cosas incluso los alimentos para todo el tiempo –después te das cuenta que pensaron que iban a jugar un rato, porque no llevaron ni armas ni provisiones para un tiempo indeterminado, no pensaron que si estás en una isla y te bloquean, tenés una limitada supervivencia-".
Este conflicto, dice, "se podría haber terminado en forma violenta, como terminó o en forma no violenta, podrían haber esperado que nos muriéramos de hambre".
Miguel recuerda: "mi grupo era de Comunicaciones, estábamos con el jefe de la Cía., el sargento ayudante y dos personas más, un cordobés, Jorge Jure y yo".
Tenían la responsabilidad de transmitir los partes de alerta –roja, anaranjada-.
Queridos muertos
"El RIM 8 tuvo cinco bajas en ese lugar. Perdimos siete personas, todos por accidentes... tres chicos se queman en una casa. Habían salido a recorrer la isla que es una estancia y, en uno de los puestos, se quedan a pasar la noche, se incendia la casa y mueren Antieco, Sosa y Noskowsky".
Miguel relata con la voz firme, las palabras surgen con la transparencia de las lágrimas que vienen desde aquel tiempo. "Otro de nuestros muertos fue el chofer, que se destroza la pierna con esquirlas y pólvora y se le hace una cirugía con el cuchillo de un paracaidista le cortan la carne y con un serrucho de la estancia le cortan el hueso, sin ningún tipo de anestesia y muere durante esa 'cirugía', de un paro cardíaco. Esto lo puede contar cualquier soldado del 8... no teníamos ni una aspirina".
Las palabras se atropellan en el relato, vienen murmuradas desde hace 25 años, "era una persona de 25 años, era Cabo en primer grado, chofer del jefe.... como no tenía que manejar hacía tareas generales, había ido en un tractor a buscar leña a la orilla del camino, -postes que se los estábamos quemando- pisa una mina propia, sembrada por nosotros". Miguel le gana a la impotencia y continúa:
"Un profesional de la guerra no puede poner una mina antitanque al borde de un camino, el enemigo no viene por el camino, no iba a venir con auto y no iba a desembarcar tanques en una isla, el enemigo iba a llegar en helicóptero... hasta en las mínimas cosas te das cuenta de la falta de lógica... ese cabo no pisó la mina en medio del campo, sino una mina al lado del camino, como si el enemigo fuese a llegar por ahí".
Hay otro chico que muere intoxicado por haber comido cordero en mal estado, no se pudo determinar que le pasó... ya era la época en la que faltaba la comida, después hay otros heridos por explosión en un pozo con municiones de morteros.
Un soldado, Aguilera, resulta con graves quemaduras. "Después de muchos años lo vi con la cara totalmente destrozada… ese chico era de la zona de Esquel, y no creo que le hayan hecho ninguna cirugía reparadora".
A Miguel le duele tremendamente el corazón cuando habla de estas historias.
La rendición
Miguel recuerda que "el 11 de junio vino el Papa, el 14 es la rendición en Puerto Argentino y a nosotros nos van a buscar el 15. No sabíamos nada, esa noche no había comunicación; los jefes les permiten a los soldados ir a habitar las casas, para secarse las medias, calentarse. Jure y yo nos quedamos cuidando el equipo de comunicación".
La noche transcurrió tranquila, "no hubo tiros ni bombas, nos despertamos y el sol estaba alto, eran las 11; nos llamó la atención que nadie nos llamó, salimos del pozo como los topos, toda la campiña desierta... y nos preguntamos: qué carajo pasó?".
"Empezamos a bajar con las armas en las manos, salen unos soldados y nos gritan que tiremos las armas... éramos los dos últimos tipos con fusiles, de casualidad, no por resistencia o viveza".
Llegaron al grupo de viviendas y vieron a los ingleses, "tuvimos el dolor de ver la bandera arriándose, justo estaban haciendo el traspaso de la bandera, arriando la nuestra y subiendo la de ellos". Un momento tremendo.
"Vimos montañas de armas... nos tomaron prisioneros, nos cargaron en una fragata y de ahí a un barco de pasajeros, muy grande, el Norland, que parecía una ciudad en medio del mar".
La incertidumbre
En la fragata inglesa vive una experiencia límite, "por ser del Ejército no conocíamos un barco de guerra y la fragata, en la terminación de la cola, tenía dos lanchones de desembarco, esos lanchones se conectan con un compuerta hidráulica... nos subieron ahí, todos de pie con guardias a los costados... cierran la compuerta y nos mandan a mar abierto sin ninguna explicación. La sensación es que te van a tirar al mar".
Iban todos en silencio, "un silencio tremendo… de 300 ó 400 tipos, cada uno se preguntaba qué iba a pasar pero nadie lo hablaba", era el silencio de la incertidumbre. "Nos dijeron que la guerra había terminado, pero no cómo había terminado y qué tenías que hacer, uno qué sabe de convenios internacionales, nada... sos prisionero que obedecés órdenes".
16 de junio. Pasaron "unos 40 minutos tremendos, de pronto vimos en el mar algo como una ciudad, un barco de pasajeros de muchos pisos, el Norland, con capacidad para 1.800 pasajeros".
En ese barco llegaron a Madryn el 18 de junio, por la tarde ya estaban en Comodoro Rivadavia.
Solos… solo con el alma
En el puerto de Madryn había mucha gente que los esperaba, "pero no los dejaron pasar al puerto, nos sacaron directamente, pasamos por la base almirante Zar donde nos dieron de comer, después a Comodoro".
El silencio se constituía con fuerza. "Había gente que se creyó la guerra, creían que iba a tener otro final y había mucho dolor como militar. No daba para discursos. En ese momento empezamos a percibir problemas entre ellos, hubo muchos militares que pidieron la baja apenas regresamos, son los que la pasan mal con nosotros".
La tropa de soldados 'viejos' se rebela en silencio, "nos cambiamos, nos formamos y de tres en fondo encaramos para la salida". Una voz se sumó a la otra. "Eramos como 80, el chico de guardia, un soldado que no había ido a la guerra, grito dos veces alto y se corrió... salimos... eran las 11 de la noche del 20 de Junio".
Nadie quería dormir, muchos de los que no tenían familias salieron igual.
En la calle, "el chofer no te cobraba el pasaje, la gente te daba plata, era una mezcla de vergüenza, dolor... la gente te veía y te daba plata... salimos solos, solos con el alma".
Hablar era soñar
Miguel se fue a la casa de su cuñado con los mismos que compartió el pozo y "por primera vez hablamos... allá había algo de represión que no te permitía hablar, aunque nadie te lo prohibía... No tenías futuro, de qué ibas a hablar?".
"Hablar era soñar... de qué ibas a hablar si no podías soñar?". Esa noche tenían necesidad de salir, de sentarse junto a una pava y un mate y hablar. Al otro día volvieron al regimiento, "nadie se escapó, nadie se fue a Córdoba, necesitábamos una válvula de escape y nos dimos permiso a nosotros mismos".
Los oficiales desconfiaron de estos soldados rebeldes y deciden darlos de bajo, A los de Córdoba los pusieron en un colectivo. A los que de acá les dieron el documento y un portón abierto a la distancia.
El describe "entre la guardia y la salida hay unos 200 metros, empezamos a caminar, cada vez más rápido, empezamos a correr, teníamos la sensación que te iban a llamar. Cuando traspusimos la última guardia empezamos a correr hasta llegar hasta el barrio de km. 8… que no vayan a llamarte de nuevo…".
Salían del Regimiento con la misma ropa con la que se habían presentado y la mochila invisible que, desde entonces, cargan para siempre.
El miedo
El miedo, asegura, "es una cosa que después que pasa es una experiencia limite que es fundamental para tu vida... cuando uno ve la cobardía de un sonso que tiembla porque lo van a despedir del trabajo, ese no sabe lo que es el miedo, después de la guerra, en muy pocas ocasiones sentí miedo. Es una experiencia límite, tan limite que después de eso no hay adrenalina que puede hacerte sentir esa vivencia de límite".
El miedo, dice, se convierte en acción. "Nunca vi entre mis compañeros una actitud de esconderse, no existió, y vos sabés que te vas a morir, sabés que cuando están tirando 200 cañonazos en alguno podes volar al carajo, lo escuchas que caen y la sensación de la adrenalina es que cada vez caen más cerca... y que no paran. Tenés el corazón en la boca y no te paraliza, estás listo para actuar".
La derrota, tan asociada a la cobardía o a la falta de capacidad, les impidió a muchos combatientes hablar sobre lo que les pasaba. Además, "ser ex combatiente era un escollo, laboralmente era jodido, decían no lo jodás porque es loco... que haga lo quiera... y eso no servía"-
"Nunca permití que me faltaran el respeto. Nunca pedí una licencia por ser ex combatiente. A los compañeros, a los que murieron o quedaron mal, no les debemos lástima".
Además, "de qué ibas a hablar? Nosotros éramos una clase más que iba a la colimba para contar toda su vida las boludeces que hizo pero a nosotros nos cambio la historia. Tu papá, tu abuelo te contaron las maravillas de la colimba a través del inconciente selectivo, porque sólo se acordaban de las travesuras, el inconciente no quiere traer el dolor, trae lo mejor de toda esa mierda".
Los abuelos que estuvieron en la guerra, "no te hablan porque no hay cosas de las que no se pueden hablar, porque no se puede abrir la misma herida siempre. Uno se autoprotege y cada vez hay que tener más valor para abrir la caja de esas vivencias".
Elvira Córdoba
Periodista y Docente
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